Cuando hablo de comunidad educativa me refiero a padres, profesores y sociedad, tres pilares fundamentales en la educación de los niños/as.
Cuando hablo de necesidad, me refiero a una carencia con respecto a la situación que atraviesa la educación.
La educación de nuestros hijos es la base de una sociedad y tenemos la obligación de darles todas las herramientas necesarias para su desarrollo físico, emocional y mental. Para ello es necesario que padres y profesores vayan de la mano en esta tarea que no es fácil, pero que estará llena de satisfacciones.
Desde mi opinión personal creo que los niños y adolescentes están sobre estimulados por el ritmo de vida que llevan los padres y la sociedad en la que se están desarrollando. Si algo caracteriza a la sociedad en la que vivimos son las prisas. No dejamos que los bebés se desarrollen a su propio ritmo, queremos que se sienten en la silla antes de que su columna esté preparada para ello, que coman como nosotros, que tengan nuestro ritmo de sueño y que compartan nuestros ocios.

Se exige a los niños conocimientos cada vez a mas temprana edad, sin respetar su ritmo ni su desarrollo, provocando que los niños se pierdan su infancia. Por mucho que estimulemos a un niño, no hará una adquisición hasta que su cerebro esté preparado.
A todo esto se unen largas jornadas en la escuela infantil, que está muy bien cuando no hay otras alternativas, pero si podemos contar con una persona de confianza (o un grupo de padres, como en otros países) que se pueden ocupar de tu hijo, y respetar su ritmo, sería mucho mejor. Por no ir a la escuela infantil no van a dejar de sociabilizarse, ni van a dejar de desarrollarse cognitivamente.
Deberíamos dejar que se desarrollaran a su ritmo. Los bebés sólo necesitan el amor de sus padres y familiares, higiene, alimentación, respetar sus horas de sueño, juego y paseos.
Después de la escuela infantil que suelen estar hasta los tres años, continuamos para iniciar la etapa escolar, en la que no nos conformamos con la terminación de las clases, sino que cuando acaban, les tenemos preparadas extraescolares y claro aquí no acaba la jornada, sino que además tienen que acompañar a los padres a hacer la compra por el supermercado corriendo por los pasillos, para terminar con esta larga jornada en un baño rápido y cena acelerada.
Todo esto durante cinco días a la semana, y cuando llega el fin de semana tampoco paramos, tenemos que hacer todo lo que no hemos podido realizar durante la semana y queremos quedar con amigos, familiares, etc. En fin, que cuando nos damos cuenta llega el lunes otra vez, y volvemos a empezar las largas jornadas.
Con este conglomerado no sé si hemos conseguido nuestros objetivos pero sí tengo claro que nuestros niveles de estrés y el de nuestros hijos han superado los límites saludables. Y yo me pregunto: ¿Hemos disfrutado de nuestros hijos, le hemos ofrecido lo que verdaderamente necesitan? ¿Hemos tenido serenidad, paz y calma? ¿Les hemos dado nuestra compañía o sólo nuestra presencia?
Y llega la adolescencia, en la cuál ya se han acostumbrado al ritmo de vida actual (no les ha quedado más remedio) y también se han acostumbrado a sustituir a sus padres por la tablet y los ordenadores y cómo no los móviles, algo que nosotros hemos permitido.
Se relacionan con sus amigos a través del móvil, aunque estén a pocos metros. Los padres están estresados, los profesores están estresados, la sociedad en su conjunto está estresada. ¿Cómo van a estar nuestros hijos?
Si analizamos todo esto, nos extraña que cada vez haya más niños con problemas de aprendizaje, de la conducta y afectivos. Niños que no tienen TDAH (Trastorno por déficit de atención e hiperactividad) pero que sí tienen problemas de atención debido a causas emocionales.